El glioma es un tumor que se origina en las células neurogliales cerebrales y es el tumor intracraneal primario más frecuente. Entre ellos, el glioblastoma es el tumor más invasivo del sistema nervioso central (SNC), representando la mayoría (58,4%) de los gliomas, con una mediana de supervivencia global tan baja como 12-15 meses. En la quinta edición de 2021 de la clasificación de tumores del sistema nervioso central de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los gliomas se dividen en cinco grupos en función de las características histológicas y moleculares patológicas: glioma difuso de tipo adulto, glioma difuso de bajo grado de tipo pediátrico, glioma difuso de alto grado de tipo pediátrico, tumores astrocíticos localizados y tumores ependimarios. Con el avance de la patología y la mejora de las técnicas de análisis patológico, en particular el desarrollo de la secuenciación de nueva generación y la elaboración de perfiles epigenéticos, los antecedentes genéticos y los mecanismos de aparición y desarrollo del glioma se están aclarando gradualmente. Se ha demostrado que un número cada vez mayor de biomarcadores moleculares desempeñan un papel importante en la clasificación, subtipificación, gradación, pronóstico y tratamiento del glioma.
IMPORTANCIA DE LA DETECCIÓN
1. Ayuda en la subtipificación: El diagnóstico del glioma requiere la obtención de muestras tumorales mediante resección quirúrgica o biopsia para realizar exámenes patológicos histológicos y moleculares con el fin de determinar el grado patológico y el subtipo molecular. Actualmente, los principales marcadores patológicos moleculares incluyen IDH1/2, codeleción 1p/19q, TERT, H3F3A, BRAF y otros.
2. Evaluación pronóstica: Los diferentes subtipos y marcadores moleculares pueden tener diferentes características pronósticas.
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